El jueves pasado tuve que ir a una diligencia a la fiscalía de mi comuna (barrio) en Santiago. Me avisaron de que había una rueda de reconocimiento para ver si los que me asaltaron hace cosa así de un mes estaban entre ellos.
Claro, yo pense: ¿por qué me llaman? ¿habrán cogido a alguien con alguna de mis cosas o algo? ¿Y si alguien se me parece a los cacos pero no estoy seguro? ¡qué responsabilidad!, ¿no?
Pues para nada. Allí nos habían convocado a más gente que en un mitín, y sin dar bocata. Nos hicieron pasar por una habitación de esas con un cristal que por el lado de los malos es un espejo (¿seguro?) y, por lo que se refiere a mi, no eran ni parecidos. Lo cual es un descanso, porque una identificación incierta no me hubiese dejado tranquilo. Y una cierta tampoco, a no ser que me devolviesen lo que habían birlado.
Además, en contra de lo que pasa en las películas, había casi más gente a mi lado del espejo que al otro. Y no es que me equivocase de lugar ¿eh?; Lo que pasa es que los abogados defensores también juegan.
Para colmo de males, era por la tarde, y no me pude llevar una copia de mi denuncia (en comisaría no te la dan, hay que pedirla allí), porque eso se hace de 9 a 14.
Me reuerda cuando pasamos en el City Tour de Mendoza (Argentina) por delante del Palacio de Justicia. El guía, que era una señor mayorcete y bastante cachondo nos dijo: El Palacio está, la Justicia no sabemos.
domingo, 11 de noviembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario