Hoy es el 65 aniversario de la utilización de la primera bomba atómica (pruebas aparte). Todos los años se llevan a cabo en Hiroshima los actos de recuerdo a las víctimas de dicho ataque, que fueron superiores a las 70.000 de manera inmediata, y entre 90.000 y 140.000 si se incluyen fallecimientos posteriores debidos a quemaduras, muertes relacionadas con la radiación, y efectos agravados por la falta de recursos médicos. Otras fuentes elevan la cifra a 200.00 víctimas.
Este año ha sido el primero (ya les vale después de 65 años) al que han acudido representantes de las fuerzas aliadas: EEUU (a través del embajador americano en Tokio), Francia e Inglaterra.
En mi primera visita a Japón, hace ya cinco años, y más o menos por estas fechas, visité Hiroshima, una ciudad moderna (a la fuerza ahorcan) construida alrededor del parque de la paz, que recuerda permanentemente a sus muertos, y que habréis visto hoy sin duda en el telediario o mañana en los periódicos. En el centro de dicho parque está el museo de la paz, el cual recomiendo encarecidamente visitar, aunque no creo que yo lo haga otra vez, debido a la dureza de la experiencia.
Para empezar, el museo proporciona audioguías en perfecto español de España. Hoy día me desenvuelvo en inglés mejor que entonces, pero aún así escuchar las explicaciones en tu lengua materna es de agradecer. Si conocéis estas guías, sabréis que proporcionan la información asociada al elemento de la exposicición que estás viendo. En el primero, una simple pantalla de televisión con imágenes del bombardeo, y con el único acompañamiento sonoro de las palabras de la audioguía, a mi ya me caían dos lagrimones por las mejillas, grandes como dos garbanzos. Era una tristeza difícil de explicar, con un nudo en el estómago pero sin sollozo: estaba tranquilo pero a la vez infinitamente triste. No me considero ni demasiado duro, ni demasiado fácil de conmover; a veces lloro viendo películas o cosas así, pero tampoco demasiado a menudo. Y aquéllo, además, fue diferente. No me ha pasado nunca antes, ni después.
Todavía no había visto nada. El museo tiene cantidad de cosas que enseñar, y muchas de ellas se pueden tocar incluso. Comentaré aquí la maqueta de Hirosima destruida, las vigas de acero (pertenecientes a puentes) dobladas por efecto de la onda expansiva, las botellas de leche de cristal, en su cestillo metálico, fundidas y vueltas al estado sólido, las tejas de las casas sobre las que se nota qué parte estaba cubierta por otra teja y qué parte estaba al aire (como con burbujitas debido al intenso poder calorífico de la bomba), las "uñas" que crecía desde la mitad de las uñas de los afectados por la radiación, negras como percebes, o los cristales que extrajeron del interior de gente que, de repente, comenzaba a sentirse mal hasta 20 o 30 años después de la explosión.
No he estado en el museo del Holocausto, ni en Nagasaki, ni en los museos conmemorativos de otras hazañas macabras de la humanidad. Supongo que me sentiría igual de mal que en éste.
Por otro lado mi posicionamiento en favor o en contra del lanzamiento de las bombas (como tal) se mantiene indefinido. Hoy día resulta muy fácil posicionarse, decir que las guerras son "malas" y las armas nucleares también lo son. Me adhiero a ese juicio, por supuesto, pero teniendo en cuenta el contexto histórico, después de una guerra de cuatro años (para los americanos), de las pérdidas estimadas en caso de una conquista de Japón vía convencional, del vencer o morir de los japoneses de la época (qué diferencia con los actuales), del sentimiento americano como potencia atacada sin declaración de guerra previa (en Pearl Harbour)... y las más prosaicas de la inversión realizada en las bombas o la voluntad de impedir una invasión conjunta junto con Rusia (que después de la rendición de Alemania volvía la cara a la guerra del Pacífico)... las cosas cambian. Es difícil pensar en otra opción por parte del presidente de EEUU.
En cualquier caso es mejor que no suceda de nuevo, mejor que visitemos museos como el de Hiroshima (y que lo hagan también presidentes y mandatarios) para ser plenamente conscientes de las consecuencias, y abortemos estas situaciones mucho antes de que sucedan, y no el día anterior, que desde ya pienso que es imposible.
Por cierto, que casi me olvido: muy bueno el artículo de la wikipedia referente al tema.
viernes, 6 de agosto de 2010
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2 comentarios:
Uff, recuerdo ver de niño imágenes de una de estas conmemoraciones anuales. Me impresionaron vivamente.
Sentí (desde la lejanía del televisor) algo similar a lo que explicas; era como la conmemoración de una derrota, pero no de ningún país frente a otro, ni de ninguna civilización frente a otra, era un recuerdo emocionado de cómo el ser humano se derrota en ocasiones a sí mismo, como especie.
Hay que intentar no olvidar para seguir avanzando.
me gusta eso de que "el ser humano se derrota en ocasiones a sí mismo", HombreRevenido, estoy de acuerdo.
El sentimiento es también como una vergüenza ajena que, de repente, deja de ser ajena para ser propia.
Ayer, escribiendo la entrada, pensaba en las cosas impresionantes que ha hecho el ser humano, y cómo en otras ocasiones la hemos cagado bien hasta el fondo...
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