
Y es que en una ciudad como París, pasar dos días te permite ver sólo eso, lo más típico: Torre Eiffel, Arco del Triunfo, Jardines de las Tullerías, El Louvre (por fuera, si no despídete), paseítos por el Sena y por los Campos Elíseos, el Panteón...

Nos ayudaban la fortaleza actual del Yen respecto al Euro y las ganas de ver lo más posible. El clima, para ser finales de diciembre, nos respetó bastante. Hubo uno de los días que nos cayó un chirimiri flojito durante un rato, pero eso tampoco nos echó atrás, aunque entristezca un poco las fotos.

Como era un par de días antes de Navidad, estaban puestas todas las luces y demás parafernalia navideña en los Campos Elíseos.

Uno de los sitios que más me gustó fue el Panteón. Me gustaría que en Madrid tuviéramos un sitio donde estuvieran enterradas las grandes figuras de la ciencia o la literatura españolas. De la política más bien no, para qué nos vamos a engañar...

Muchas de las cosas hubo que verlas después de anochecido, pero casi era mejor así.

En fin, un par de días muy interesantes, en una ciudad en la que (salvando las distancias) te empiezas a sentir como en casa. Al fin y al cabo, después de dos años de carteles en japonés, llegar a un sitio donde las cosas están en francés lo vuelve todo un poco más inteligible (y eso que yo no hablo francés). Me pareció un lugar en el que podría vivir muy a gusto.

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